domingo, 28 de marzo de 2010
Él corre y su prisa me carcome. No hay rincón donde no reine, pues su influencia es total. Desde que nacemos dicta nuestro día y si no, el único que de su sentencia nos libra es un accidente mortal. Más valioso que el oro y peligroso que un arma de doble filo. Incluso en ocasiones lo dejamos pasar, sin percatarnos de que nos vigila, de que está esperando nuestro final...
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